Hace frio en la ciudad. Llueve en esta tarde de invierno. La estatua grande, gris, sobrecogedora, preside la plaza. Callada, vigila a los presurosos viandantes. Observa impertubable el paso del tiempo.
Las fuentes, normalmente derrochantes de alegría, pero silenciosas en este día gris, oscuro; adornan la plaza. Los establecimientos, cambiantes en el tiempo, son el único refugio de los atareados peatones. La gente recorre distraída la plaza. Nadie parece percibir sus pequeños cambios.
La torre observa, altiva, imponente, misteriosa; lágrimas de nostalgia sobre la acera. Una dama blanca se encuentra, melancólica, enmudecida, encerrada en su hornacina.
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